NO DEBERÍA
PODER VER ESTO
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Sin esperar más, arrancó el coche y pisó el acelerador,
volviendo por la misma ruta que él siguió. Poco después,
se giró para ver al engendro corriendo hacia ella. Pelaje
blanco teñido de sangre, un mensaje aterrador. Sólo
quedaba la esperanza de que una pequeña fracción fuera
humana.
Guiada por la Luna llena iluminando el camino de
regreso, no tenía capacidad emocional para
pensamientos acusatorios. Nada de crear escenarios
donde ella le encuentra y se declara ganadora de la
discusión anterior, exclamando con el pecho lleno de ego
'¡Te lo dije!' Lejos de ello.
El viento trataba de limpiar su cara pero las lágrimas
continuaban cayendo. Por mucho que lo apretara, el
volante no ofrecía consuelo. Tenía que seguir
conduciendo, seguir moviéndose. Si parara, si pensara
por un momento... se vendría abajo por completo. Con
ese comportamiento tan horrible que tuvo desde que
llegó su compañero: él, tan ilusionado por mostrarle el
proyecto en el que estuvo trabajando. Ella, tan distante y
oponiéndose. Tanta oposición fue aplaudida por el
desenlace, pero su conciencia defendía que podría haber
sido más suave al expresarlas. El miedo controló sus
palabras y ahora la ahogaba la culpa. El asiento vacío a
su lado aumentaba esos sentimientos: era su primera vez conduciendo sola, un pensamiento apuñalador.
Cada vez que volvía su compañero, aparcaba el coche
en el mismo sitio. Y así lo hizo ella: en el lado derecho de
la casa, opuesto al garaje. ”¡Tiene mal feng shui!” Le
imitó. Esa pequeña conexión brindó un pequeño alivio.
En un día normal tras sus horas de aventuras, ella iba
directa a tumbarse en el sofá a leer sobre hardware o
trastear con su último juguete. No se cansaba de esas
nuevas vistas y distintos aires, mas su momento favorito
era abrir la puerta después de estar horas fuera. Ahora
olía a casa ajena.