NO DEBERÍA
PODER VER ESTO
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”Podría resaltar tantas cosas que no cuadran aquí.”
Comentó ella. El escritor de cuentos estresantes ya
regresó a su puesto de trabajo.
”Por suerte, no es la competición anual de resaltar
cosas que no cuadran.” A su respuesta jocosa, la mujer
desvió la mirada con fastidio.
”Me puedo ir olvidando de convencerte, ¿verdad?”
”Lo mismo te pregunto.” Él carcajeó. En presencia de la
verdad, la boca de la castaña se vaciaba de objeciones.
Tras entrar en el ataúd más grande que existía — el
tétrico edificio — pruebas de haber dado cobijo a
humanas o criaturas sobrenaturales escaseaban; se
encontraban en una caja de cemento vacía. Sin paredes
separando viviendas, ni restos de muebles.
Sólo dos considerables aberturas: una que conectaba al
edificio adyacente, la otra parcialmente cubierta por una
cuesta de otra calle. Tal vez era una trampa, después de
todo.
”Bienvenida a nuestra nueva casa.” El hombre reveló
con los brazos extendidos en el vacío.
”¿Nuestra qué?”
”Es de asumir que te diste cuenta de mi ausencia
durante este largo periodo.” El cambio de tema falló en
cambiar la expresión sorprendida de Luna.
”Bastante inusual, sí. Dos días más y habría tenido
agentes llamando a la puerta con una notificación de
desalojo en mano.” Tema bienvenido gracias a la
curiosidad de ella.